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LA GACETILLA TAURINA |
Nº 98- 1 de Octubre 2007 (Textos originales del Dr. en veterinaria D. Juan J. Zaldivar) |
Gacetillas de Psicología . (La crianza artificial de terneros bravos) |
No resulta fácil la crianza artificial de los rumiantes silvestres, siendo especialmente difícil la de cervatillos, ya que el temperamento singular de nuestro ganado bravo multiplica aún más las dificultades (*). Con tres o cuatro días sin recibir alimentos, los músculos maxilares de los mamíferos recién nacidos, se quedan endurecidos, sin capacidad para moverse, haciéndose casi imposible lograr abriles la boca, como ocurrió con el ternero, al que llamamos Apolo, y la ternera, de nombre Catita, que fueron así bautizados aquellos dos “huérfanos accidentales.” (*) Pero vencerlas tiene un premio especial: descubrir desde que son recentales sus valores sicológicos, que con el paso de esta serie de gacetillas el lector interesado irá saboreando anímicamente. Puede que el lector curioso se interese por saber la serie de normas a cumplir para lograr con éxito la crianza artificial de cualquier tipo de mamíferos, que deben ser aplicadas de forma más estricta en los rumiantes silvestres, lo mismo en el caso que nos ocupa, que en los cervatillos (cérvidos y gamos): 1) Tener siempre presentes que los animales, en su tierna edad, son tan delicados como nuestros infantes recién nacidos, es decir, padecen frío, calor, sed y requieren un trato humanizado, que los tranquilice. 2) Cumplir puntualmente los horarios para sus tomas de leche artificial, durante todo el período de crianza. 3) La temperatura de la leche debe estar siempre entre 35 y 40 grados centígrados, tanto en invierno como en verano. Cumpliendo fielmente esas normas se evitan todo tipo de trastornos digestivos, principales causantes de la mortalidad de los recién nacidos. Personalmente estuve dándoles el biberón a Apolo y Catita durante los tres primeros meses de edad. Después, una vaca de raza pardo alpina se hizo cargo de amamantarlos; pero continué cuidándolos con celo paternal y les enseñé, asimismo, a ingerir alimentos sólidos para adelantarles el destete. La primera fase se había alcanzado exitosamente. Tres meses permanecí alejado de la civilización, con el poblado más cercano a veinte kilómetros, para no dejar de atender a los terneros y así estudiar el desarrollo de su psicología. Durante los primeros días no recelaban de nadie que les ofreciera el biberón. Lo que les importaba a los dos por igual era la leche. Pero a los diez, la hembra, y doce días, el macho, comenzaron a dar claras muestras de no aceptar con agrado la presencia de personas extrañas, evidenciándose una clara preferencia por mi persona (*). Aun siendo de tan corta edad, su vista estaba muy desarrollada, pues me reconocían a más de un centenar de metros. Ya los dos meses de edad, hasta los 500 metros. La hembra, nuestra Catita, se adelantaba al macho en todo. Era sumamente inteligente para cuanto le convenía. Apolo era más pasota, despreocupado y tremendamente noble, al compás que su compañera era más astuta y egoísta. La historia de la evolución psíquica de una hembra y macho bravos acaba de empezar… (*) A los quince días, tenía que tenerlo sujeto por el cuello al ternero, pues quiso acometer al extraño fotógrafo. Sólo aceptaba a los intrusos si estaban junto a mi.
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casemo - 2004
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