|
LA GACETILLA TAURINA |
Nº 99- 8 de Octubre 2007 (Textos originales del Dr. en veterinaria D. Juan J. Zaldivar) |
Gacetillas de Psicología . (Iguales necesidades, pero dos caracteres diferentes) |
Apolo y Catita, los terneros protagonistas de esta historia real, cumplieron dos meses de edad. Desde aquel día, le abría la puerta del corralito donde los había criado a biberón, y tras ellos a recorrer los alrededores del rancho, observándoles todos sus actos, sus reacciones. Corría y jugaba con los dos, porque se manifestaban exactamente igual que los niños. Cada vez que me sentaba, se acercaban y Catita era la primera en empujarme con la testuz, seguida por el macho, dejando claramente al descubierto que querían continuara jugando con ellos. Desde los primeros días se pudo comprobar que Apolo era más amigable, obediente y agradecido, externando a cada paso su nobleza; y que Catita era más arisca e interesada, mostrándose esquiva y desobediente. Apolo, aun estando distante, siempre estaba pendiente de cuanto yo hacía. Catita se dedicaba exclusivamente a lo suyo. Los niños pequeños y grandecitos que llegaban al rancho de visita a conocer a los terneros, de los que se hablaba en toda la comarca, instintivamente temían a la hembra y no se acercaban a ella; en cambio, se aproximaban sin miedo al ternero, obsequiándole con caricias. Para llegar a Catita había que llevarle algo de comer. Lo hasta ahora señalado constituye el primer bloque de conocimientos y comportamientos comparados, con perfiles fascinantes. Resultaba a la vista, tras muchas horas de observación, que los dos jóvenes animales se fueron algo así como impregnando de la conducta y que aprendían de las reacciones que les ofrecían las personas que se les acercaban, enriqueciendo sus respectivas vidas de relación, pero sin deteriorarse la propia idiosincrasia que cada uno manifestaba, de su respectivo y cada día más diferente carácter. En ese sentido, Catita, ante la reacciones de rechazo de quienes temían de acercarse de ella, fue cada día más arisca, hasta el punto de ser intratable, llegando a embestir abiertamente a quien osaba acercarse, aunque le ofreciese alimentos, excepto a este servidor de ustedes. Este fenómeno de rechazo se encuentra con idénticos perfiles en los jóvenes de la especie humana y los marca para toda la vida, como quedó la ternera. Fue tal la sensibilidad de la hembra, que cuando le proporcionaba alimentos, delante de personas extrañas, no los aceptaba con agrado y estaba como a la defensiva. Apolo, por el contrario, fue cada día más fácil de llegarle. Dos años después, aunque él estuviese formando parte de un grupo de utreros, pastando entre los cerros, bastaba con llamarlo para que viniese a mi lado, sin que jamás diera la menor muestra de acometer. Me conocía a gran distancia mi voz y diría con toda seguridad que hasta la forma de caminar, igual que Catita, que reconocía el ruido de mis pasos cuando caminaba fuera del corral, y que sin verme, llamaba mi atención con sus cortos berridos. Cuando la hembra fue cumpliendo meses de edad apareció otro perfil en su carácter: era cada vez más ofensiva si se le acercaba una niña o una mujer. El ternero nunca manifestó descontento, ya que era igualmente noble para uno y otro sexo de nuestra especie. Cuanto llevamos reseñado, que es una milésima parte del conjunto que resta por relatar, es posible que no tenga interés para muchos lectores, pero, sin duda alguna, despertarà la curiosidad de otro tanto. Sea como fuere, como apenas hemos iniciado este otro tipo de Gacetillas, que no tratan de hechos ya descritos por otros autores, pues es material fresco, fruto de muchos años de observaciones y pacientes estudios, mucho agradeceríamos conocer el parecer de algún lector. Gracias.
|
casemo - 2004
Laplazareal.net