Pues lo soy por muchas cosas.

Por ser un espectáculo totalmente democrático en el cual cabe cualquier persona de todas las índoles, sin distinguir clases sociales de ningún tipo.

Por ser un espectáculo en el que se juega con la vida y la muerte, en el cual no hay mentiras ni "ojanas", un espectáculo en el que puedes pasar de la emoción al miedo, del disfrute al aburrimiento, de los aplausos a los pitos, un espectáculo del que todos creemos "entender" y de esto no entienden ni las vacas.

Por ser un espectáculo en el que se pasa del endiosamiento a la dureza más absoluta en un santiamén, que se lo digan a Roca Rey, que a pasado de perdonarselo todo a no
dejarle pasar ni una.

Por ser un espectáculo en el que un torero como Borja Jiménez hace un año había toreado 15 corridas más que yo y ahora está en la cima y toreando toda la camada de la A coronada.

Y sí, soy taurino porque lo que vinos ayer en La Maestranza solo se puede ver y vivir en este bendito mundo, un torero herido y que es operado en la enfermería, que tiene los arrestos y sobre todo los "cojones" para volver a salir a torear el sexto toro y para más inri se vuelve a poner a porta gayola. Eso solo puede ocurrir en nuestra fiesta nacional.

Si alguien vio lo de ayer de Escribano y no se emocionó o no tiene corazón o está ciego.

Que habrá algunos que puedan decir que las dos orejas fueron desproporcionadas, puede ser que si, pero la lección de hombría, de amor al toro que nos dio ayer Manuel Escribano y sobre todo de la manera que dignificó a esta bendita profesión quedará para los anales de la historia de La Maestranza.

Posdata.
Precioso el gesto de sensibilidad de la Banda de Tejera para hacer sonar el pasodoble cuando Manuel se fue a la puerta de chiqueros a recibir al sexto, esa misma que la faltó para tocar en la faena de Roca Rey que también se lo merecía.

J.M.Quirós.