LA GACETILLA TAURINA 

 Nº  64 -   6 Febrero 2007   (Textos originales del Dr. en veterinaria D. Juan J. Zaldivar)

La evolución también en la vestimenta de los toreros

     
vestido de la epoca              En la evolución del arte de torear hay que integrar la que también experimentó la vestimenta de los diestros. Se cuenta al respecto que la Real Maestranza de Caballería de Sevilla “vestía a los toreros”, ya que en 1730 lo hacía por su cuenta a todo el personal que tomaba parte en la fiesta -¡así se presentarían de mal vestidos!-, y los trajes de los toreros de a pie eran siempre de color grana con galón blanco. Así se lee en la Regla de la Real Maestranza…, editada en 1732: “… los que han de estoquear en la plaza se vestirán  uniformes encarnados y blanco.” No pecaba, según informe de don José Daza, de espléndida la la Real Maestranza en esto de la indumentaria, pues protesta que a hombre de bien se haga poner “aquel mal adorno de las chaquetillas, estragadas de servir muchos años antes, con el pretexto de ser el uniforme de la Maestranza.”

              Fuera de la plaza de Sevilla, y dentro de estas normas generales, existía cierta libertad entre los matadores respecto a los colores de sus trajes y adornos, éstos siempre de gran sobriedad. Hasta en la plaza de Sevilla se modifica. En 1793, Joaquín Rodríguez (Costillares) pidió que los toreros de a pie usaran galón de plata, como venían usándolo los picadores, a lo que los directivos de la Maestranza accedieron, reconociendo así la  importancia adquirida por el toreo de a pie, lo que señala de que antes de finalizar el siglo XVIII, sobrepasaba ya el interés de los aficionados, así como los honorarios, sobre el toreo de a caballo, cumpliéndose así lo que más de una vez he repetido: cada nuevo siglo el arte de torear nos trae innovaciones.

              Indiscutiblemente fue Costillares el que impulso a la Maestranza a aceptar esos adornos que daban mayor riqueza ornamental a los trajes de los toreros de a pie, lo que representó un claro reflejo, aunque no demasiado expresivo, de la forma y brillantez con que en las demás plazas se vestían matadores y banderilleros para la lidia. Costillares complicó el adorno de los galones con rapacejos, botones y bordados. Cuidó  asimismo de la armonía de los colores de los trajes del matador y de los banderilleros. En la corrida celebrada en Madrid el (02-07-1787, en la que actuaron Costillares y Pepe-Hillo, salieron vestidas así las cuadrillas. Las de Joaquín Rodríguez llevaba tela de gusanillo verde celedón. El matador llevaba el vestido guarnecido regalón de plata brillante, ancho, con ojuela de plata brillante por las costuras y rapacejo de plata por los cantos. Los dos medias espadas que le seguían, que fueron Francisco Garcés y José Jiménez, llevaban vestidos del mismo color, guarnecidos de galón más angosto, sin flecos ni ojuela. Los banderilleros, trajes de igual tono sin galón, pero con ojal y botón de plata. La cuadrilla de Pepe-Hillo vestía tela de gusanillo tornasolado, batido, dorado y color de botella, llevando José Delgado igual guarnición que su compañero Costillares, y correspondiendo en guarniciones y adornos los vestidos de los dos medias espadas de esta cuadrilla, que fueron Francisco Herrera (el Cuco) y Francisco de Paula (el Milagro), a los de la otra, y lo mismo los de los banderilleros..

vestido actual              De este traje, ya con las innovaciones de Costillares, podríamos ofrecer numerosos ejemplares gráficos, aunque acaso ninguno tan expresivo como el retrato del diestro, grabado por don Juan de la Cruz: el torero aparece con chaqueta un poco larga, de la misma hechura de la que usaban los manolos a fines del siglo XVIII, con vueltas de seda, un poco más clara en su tono con el traje, ribeteada de galón de plata haciendo ondas y botonaduras de filigrana en los delanteros. La hombreras y charreteras son de anchas cintas de seda entrelazadas, y el cuelo en todo su contorno festoneado de trencillas plateadas, como la abertura de las estrechas mangas, con pequeños ojales e iguales botones. La chupa, de raso, estaba bordada, y sobre ella se ciñe una lujosa faja de seda, rayada al estilo militar, enlazada al lado izquierdo, dejando caer los dos extremos, sobre el calzón, un  poco ancho, galoneado y con botones en las aberturas que lo cerraban por debajo de las rodillas. Medias claras de seda y zapatos muy bajos con lazos completaban la indumentaria.

              En los tres retratos atribuidos a Goya aparece este mismo tipo de vestido, que puede reducirse a los siguientes elementos  esenciales: chaquetilla con alamares metálicos, chupa con pasamanería de oro, chorrera y pañuelo sobre ésta; calzón o taleguilla, corto; media de seda blanca, y zapatillas atadas con cintas. Otro retrato pintó Goya de José Romero, en el que aparece este lidiador “con el rico vestido que le regaló la duquesa de Alba, al que se añade tener el capote jerezano, pañuelo rondeño al cuello y la faja a la sevillana, para denotar las proezas que en la lid de toros hizo en estas tres ciudades”, como dicen una nota en el citado lienzo.

      
       
                                                                            

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